Música para una coyuntura

Yo estaba sentada en el sillón frente a Zulia.

Me contaba lo que aún no había contado a nadie, una historia de abusos que nadie quiere oír por miedo a mirar la realidad de frente. Y porque si la cuenta, encima la culpable sería ella.

Y ahí estaba yo, escuchando, y preguntándome por qué me había elegido a mí como su confesora.

A pesar de poner todo mi esfuerzo en escuchar activamente, mi cabeza no podía evitar lanzarme preguntas de emergencia.¿Cómo podía ayudar? ¿Cómo se puede denunciar esto? Mi empatía, mis instintos de protección y justicia se alborotaban dentro de mí como un remolino furioso. No podía entender la tranquilidad con la que ella relataba su historia, con esa madurez prematura de los que no tienen otra opción.

¿Cómo hacer que toda una sociedad cambie, que estas historias dejen de ser la norma?¿Cómo ayudar para que deje de inmunizarse el mundo contra la injusticia del más fuerte?

Ahora, pensando en el tiempo que pasé en México, me doy cuenta de que ya estaba ayudando de la mejor forma que podía, me doy cuenta de la razón de por qué, sin proponérselo, ella me ofreció su historia:

Yo era parte de su nueva vida. Una pequeña pero significativa parte de la vida que la apartaba de todo eso y le ofrecía alternativas: las puertas que se abrieron desde que empezó con la música.

Zulia salía por primera vez de su comunidad de 300 habitantes a uno de los pueblos más turísticos del Caribe Mexicano que se encuentra a una hora en coche de Nuevo Durango.

Tulum es un pueblo donde la música está en todos los rincones, en cada bar, en cada calle, música en vivo, músicas de todo tipo. Es un rinconcito de 33.000 habitantes, donde gente de todo el mundo viene a encontrar su pedacito de paraíso. Aunque marcado por un turismo ya dañino y la delincuencia organizada de los carteles, Tulum se mantiene como uno de los pueblos mas visitados de todo México.

Zulia se paraba maravillada en la puerta de cada bar escuchando la música que salía de cada sitio: swing, jazz, folklore, bossa nova, flamenco.

Estuvo una semana conviviendo con nosotras en Tulum, recibiendo clases de violín todos los días y estudiando el funcionamiento del proyecto para poder ser la coordinadora del mismo en su comunidad.

Zulia es una de las alumnas del proyecto Paax in Há- música en el agua en la lengua Maya-, que trabaja con la educación musical en las comunidades indígenas de Quintana Roo, México, con la misión de rescatar la cultura maya y prevenir la violencia. Con una población indígena de un 44%, la vida en las comunidades de la región se ve amenazada por el impacto del turismo y el narcotráfico, responsables de los cambios socioeconómicos que contribuyen a ensanchar la brecha ya existente y supedita la cultura y las tradiciones ancestrales al sistema global capitalista.

 

La educación musical como herramienta de cambio social

Los niños de los colegios donde trabajamos nos esperan ansiosos en la puerta. Son esas horas de la semana donde tienen la libertad de trazar una realidad distinta a la que les acecha. Esa vida a la que seguramente algún tío, primo o hermana no tuvo más remedio que sucumbir, cediendo al imperativo de la supervivencia.

Paax in Há es uno de los miles de proyectos músico-sociales que están funcionando en todo el mundo basados en la idea de la música como herramienta de cambio social, una filosofía inaugurada por el maestro José Antonio Abreu con la creación del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela en el año 1975.

El Sistema sacó a muchos niños de las calles de barrios vulnerables en Venezuela y les puso instrumentos musicales en las manos. Cambió el miedo por la esperanza, ofreció un espacio

seguro donde transformar las horas de pandillas en horas dedicadas a la música, aplicada como instrumento de organización social y de desarrollo humanístico.

El maestro Abreu cambió la concepción de la cultura y el arte en una América Latina marcada por la pobreza, la desigualdad y la violencia resultantes de la situación política del momento. Transformó el arte en un derecho social y del pueblo.

Son cientos los estudios y la literatura que constatan que las actividades grupales donde se enseña música fomentan el compañerismo, el respeto, la sensibilidad, la tolerancia y otros muchos valores que tienen efectos muy positivos en el comportamiento, rendimiento y la calidad de vida de las personas.

Son estos principios los que queremos restaurar los músicos educadores, fomentando la defensa de lo que creemos: la creatividad como herramienta de expresión. La creación contra la represión. La música abre las mentes, abre los ojos, abre las bocas: para cantar, para hablar, para preguntar, para gritar, para explicar, para suspirar, para comunicarse los miedos, las esperanzas.., comunicarse con el aquí, con el ahora y con el más allá.La música te enseña a pensar diferente, a sentir diferente, a respirar diferente, a ser… (no a estar o tener).

La música nos expone, no solo a nuestra realidad, sino a otras muchas y a la de otros muchos. Compartes, sincronizas, colaboras, creas, a veces lideras, otras sigues. Por medio de la música se crea un sentimiento de comunidad en el que cabe la enseñanza de muchos otros valores.De la misma manera que integra nuevos circuitos neuronales, así también vincula a las personas entre sí y con su entorno.

La música no entiende de tierras, la música une culturas. En un mundo donde prevalecen la multiculturalidad y la transculturalidad, la misión de la música no consiste en imponer una supuesta única manera de hacer. La música va a abrir puertas de comunicación, de entendimiento, de elevación.

Lo que las palabras no alcanzan, lo crean las notas.

En tiempo de dificultades, la música ofrece una mano protectora: favorece el sentimiento de pertenencia, abre un camino de comunidad, de trabajo y esfuerzo colaborativo, cuyo fin es la creación conjunta de una belleza artística libremente concebida.

 

El derecho a un futuro digno

En el campo de la educación, sin embargo, la música no es el fin, sino el medio. El valor de la enseñanza musical no es formar músicos profesionales, sino dotar a las personas de la sensibilidad artística para tratar al mundo con arte. Como decía Oscar Wilde: ¨if we treat life artistically, our brain is our heart¨  (Si tratamos la vida artísticamente, nuestro cerebro es nuestro corazón).

Porque educar no significa entrenar a los futuros hacedores de dinero. Educar es dar las herramientas necesarias para vivir dignamente. Y si nos ponemos optimistas, a lo mejor incluso para vivirla lo mejor posible, y si nos ponemos eufóricos, hasta para disfrutarla.

La educación nos brinda el acceso a un pensamiento crítico, base indispensable de una sociedad con valores, posibilidad única de un futuro digno para la humanidad.

Y esas mismas herramientas, que desde hace unos años van desapareciendo de los currículos de la educación formal, son las que nosotros, los que creemos en el arte y la educación, nos empeñamos en rescatar.

Educar no es solo preparar para el futuro profesional: educar es enseñar, es mostrar otras opciones, posibilitar otras formas de entender, de sentir y de ver las cosas. Por eso educar -educarnos- no tiene ni edad, ni final.

El objetivo de los educadores no es entrenar a profesionales, sino poner a disposición de todos los placeres espirituales y satisfacciones morales del arte.

En mi opinión, los músicos profesionales tenemos la responsabilidad de acercar la música a todo el mundo, de convertir la cultura en un bien básico de la sociedad. No es, sin embargo, tarea fácil. Para que esto ocurra, es necesario un cambio de paradigma: una innovación en el campo del arte y la educación que nos aleje de la concepción de una cultura exclusiva de los círculos elitistas intelectuales y sociales para convertirla en una herramienta de inclusión, de desarrollo de identidad, espiritualidad y consciencia individual y colectiva.

Como dijo el maestro Abreu,

“En la cultura subyace nuestra alma esencial e identidad profunda. De la medida en que sepamos iniciar a nuestros jóvenes y niños, y a todos nuestros ciudadanos, en la fascinante empresa de la innovación, la creación, y de la educación por y para el arte, dependerá decisivamente la calidad y dignidad de todos los futuros, y la posibilidad misma de honrar el inmenso desafío de ser y vivir dignamente en paz, justicia y libertad”.

 

Comunicación global. Una misma dirección

En momentos de crisis social como los que estamos viviendo, son especialmente importantes una consciencia y autoconocimiento social que nos proteja de las amenazas de sistemas basados en la desigualdad. Es ahora cuando la creación, la expresión y la cultura nos servirán como armas contra la represión moral alimentada por la incertidumbre.

Si hay un buen momento para la reflexión, es sin duda esta pausa que nos ofrece la naturaleza, invitándonos a reorganizar prioridades, a cuestionarnos las jerarquías establecidas por la desidia.

Quizás esta sea una buena ocasión para volver a explorar el significado del arte y la educación en nuestras vidas, para retomar valores que se han perdido en la maraña de los quehaceres diarios, y, entre muchas otras cosas, volver a considerar -como se hizo en los años 70 en Venezuela- el arte como modelo y escuela de vida social.

 

Lucía Ortiz Saúco

Música y emprendedora social

 

Bibliografía

The Power of Music: a research synthesis on the impact of actively making music on the intellectual, social and personal development of children and young people Paperback – January 21, 2015. by Prof Susan Hallam MBE (Author)

https://fundamusical.org.ve/

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