Cuando hay inundaciones lo primero que falta es el agua potable

Resulta paradójico pero es así. En tiempos de inundaciones, cuando la crecida del río se ha llevado casas, coches, cultivos, animales y vidas humanas por delante, precisamente en ese tiempo de abundancia de agua, lo que primero que falta es agua potable. ¿No nos estará pasando algo parecido? En este tiempo de confinamiento se está produciendo una inundación de propuestas pedagógicas, deportivas, artísticas, gastronómicas, sociales… como nunca antes. Y sin embargo, empezamos a necesitar propuestas potables. Propuestas sensatas y científicas, que se basen en la observación y en la experimentación. Propuestas serias que nos orienten y no nos despisten.

Se suele atribuir a San Ignacio de Loyola (Fundador de la Compañía de Jesús) la famosa frase “En tiempos de tribulación no hacer mudanzas”. Lo que no cabe duda es que este es un tiempo de tribulación y que, muy a nuestro pesar, tenemos que hacer mudanzas pero (y es aquí donde la prudencia nos debe mover) no debemos hacer demasiadas. No tiene mucho sentido que de pronto queramos convertir a un anciano sedentario en un fornido gimnasta; tampoco es prudente que los que nunca se han acercado a la cocina más que para rellenar el plato de aceitunas pretendan emular a cualquier virtuoso de la cocina haciendo un plato de alta gastronomía. Vemos vídeos de aficionados tocando el ukelele como si fueran Paco de Lucía o neófitos en pintura enmendando la plana al mismísimo Antonio López.

Lo mismo nos puede estar pasando en educación: ludificamos, flipeamos las clases, nos convertimos en expertos en educación a distancia sin haber recibido formación, sin conocer el medio ni las circunstancias. Ya nadie hace un PowerPoint, hay que utilizar Zoom, Google meet, Teams, PowToon, Magisto, Emaze, Kahoot. Hay que hacer un webinar y gamificar con MineCraft. Miles de tutoriales sacados de cuentas de Twitter o de Instagram (como las recetas o las rutinas de entrenamiento) sin conocer la procedencia del autor ni su autoridad en el tema.

¿Es necesario hacer todo esto? Tal vez haya que recuperar la esencia de la educación y dedicarnos a hacer aquello en lo que somos buenos. Tal vez, lo más prudente sea explotar nuestras fortalezas y utilizarlas para llegar a la mayor parte de nuestro alumnado. No es tiempo de experimentar sino de utilizar lo que la evidencia científica (y el olfato de cada maestro o profesor) nos dice que es útil y valioso. Eso esencial y evidente es que miles de niños, adolescentes y jóvenes se están enfrentando a una situación insólita (confinamiento, aislamiento, muerte sin duelo, miedos, paro, crisis económica o soledad) y lo que necesitan del maestro no es otra cosa que la cercanía y la escucha.  Nada más lejos que cargas excesivas, ansiedades y filigranas. Hoy, más que nunca debe primar esa virtud que los griegos denominaban prudencia o elegancia y que no es otra cosa que el sentido común. Así que, modificando una mítica pintada de un cierre en una tienda de Madrid: “Procurad que salgan con más serenidad que deberes.”

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